Innovar es un término que mira en el cambio la oportunidad para ofrecer
algo nuevo y diferente, y considera la innovación como la búsqueda determinada
y organizada para analizar las oportunidades que producen el cambio.
Asimismo, podemos decir que la innovación educativa es un proceso
multidimensionado, puesto que abarca diferentes ámbitos: las familias, los
centros educativos, el contexto, etc. La finalidad de la innovación es lograr
la unión de los agentes nombrados para realizar un cambio.
Cuando hablamos de estos cambios, nos referimos a esas modificaciones
generadas a través de iniciativas de docentes y apoyadas en los avances
tecnológicos, en la globalización, en las nuevas tendencias sociales, los
valores sociales, entre otros.
Hay autores que definen innovación como una serie de mecanismos y
procesos más o menos deliberados y sistemáticos por medio de los cuales se
intenta introducir y promocionar ciertos cambios en las prácticas educativas
vigentes. Los cambios de los que hablamos pueden variar en amplitud, puede ser
a nivel de aula, de etapa educativa o de centro.
En línea con esto, hay otras fuentes de información que nos definen
innovación como “actuaciones, procesos, decisiones, etc. que tratan de
modificar actitudes, ideas, culturas, contenidos, modelos y prácticas pedagógicas.
En definitiva, introducir una línea renovadora, con nuevos proyectos, nuevos
programas, materiales curriculares, estrategias de enseñanza-aprendizaje, modelos
didácticos y otras formas de organizar y gestionar el currículum, el centro y
las dinámicas del aula.
En cuanto a las principales aportaciones que derivan de la innovación repercuten
directamente al centro educativo y también al contexto. Además de una mejora en
la calidad educativa, cambios en la metodología, en el enfoque curricular,
innovando de acuerdo con los avances de la sociedad, es decir, un
enriquecimiento y crecimiento profesional para los docentes y también personal
para todos los agentes que forman parte de la comunidad educativa.
En esta línea, numerosas investigaciones señalan que una de las
estrategias más utilizadas en la educación primaria son el uso de juegos
interactivos los cuales se están incorporando gradualmente en las aulas como
herramienta pedagógica de alto potencial.
El protagonista clave de todos estos cambios siempre es el alumnado, el
cual debe estar participando activamente.
Cuando nos planteamos innovar dentro de las aulas nos referimos a la
implantación de aspectos que cobren un espectro muy amplio; desde el uso de la
tecnología, estrategias pedagógicas, organización del espacio del aula,
colaboración entre docentes, tanto del propio centro como de otras escuelas.
El objetivo es lograr que la experiencia en el aula sea más efectiva
para atrapar el interés de los alumnos y alumnas. Por tanto, innovar en las
aulas ayuda a generar motivación y cumplir con los objetivos de aprendizaje que
los miembros de la escuela deben acordar, siempre bajo las directrices del
currículum.
Innovar también es confiar en que todos pueden aprender más y mejor,
tanto el alumnado como los profesionales, sin formatos rígidos.
Podemos destacar como puntos positivos derivados de los procesos
innovadores el desarrollo del pensamiento crítico, tanto en el alumnado como en
el profesorado, la creatividad, el aprendizaje por descubrimiento, la curiosidad
por seguir aprendiendo e investigando, trabajo en equipo, aprendizaje globalizado
e interdisciplinar, trabajar simultáneamente diferentes materias, etc.
Además, en los procesos innovadores siempre hay espacio para todo el
alumnado ya que el trabajo en equipo es muy enriquecedor para todos los sujetos
implicados, es decir, los resultados son satisfactorios tanto a nivel individual
como colectivo y a la vez para docentes y estudiantes.
Por otro lado, las principales dificultades para llevar a cabo procesos
innovadores son: tomar la iniciativa para empezar un nuevo proceso, buscar
consenso con otros profesionales, falta de motivación, el desconocimiento de
cómo poder llevar a cabo ese proceso de cambio; también hay dificultad para relacionar la planificación y
la coordinación, con las necesidades del aula o del centro, evaluación de las
necesidades, claridad en los objetivos y medios a utilizar, análisis de la
complexidad y practicabilidad del cambio.
También as veces la limitada formación en cuanto metodología
innovadoras es un factor para no tomar iniciativa hacia un cambio. Sin embargo,
cuando un docente o el equipo directivo quiere iniciar un cambio, simplemente
con tener ganas de aprender y de mejorar día a día ofreciendo al alumnado una
nueva perspectiva de enseñanza-aprendizaje más activa, sin monotonías, ya es un
factor muy importante. Otro aspecto son las TIC (Tecnologías de la información
y la comunicación), no son imprescindibles, pero si son una herramienta muy
recurrente ademáis de que el alumnado está más motivado utilizando este tipo de
soporte. Por ejemplo, los ordenadores, las tablets, las pizarras digitales,
etc. Facilitan la creación de ambientes propicios para el aprendizaje, donde se
pueden adaptar estrategias de enseñanzas interactivas, motivadoras e desafiantes.
Otros aspectos imprescindibles son la participación de la Comunidad educativa,
así como implicación a nivel individual, el compromiso activado día a día, sostener
una buena relación con los compañeros y compañeras del propio centro y de otras
escuelas, por supuesto. También son importantes las condiciones organizativas y
materiales, los apoyos institucionales y disponer de recursos suficientes.
La literatura sobre esta temática, recoge que el problema de no innovar
en las aulas en general y también en los centros educativos se debe, entre
otros aspectos, a la rigidez de los horarios lectivos, es decir, en la
distribución de las materias: una hora para matemáticas, otra para lengua, etc.
Otro aspecto clave son los exámenes tradicionales para los cuales hay que
preparar al alumnado para que sepa hacer frente al examen de conocimientos y
que al cabo de un tiempo no recuerda nada. Este modelo de educación tradicional
es el que no favorece la innovación.
No podemos estar educando al alumnado del siglo XXI como se educaba al
alumnado del siglo XIX; la sociedad está en cambio continuo; los retos a los
que hacemos frente en la actualidad, no son a los que nos teníamos que enfrentar
en el siglo pasado. Hay nuevas profesiones, para las que tenemos que preparar
al alumnado.
Los docentes tenemos que romper con la estructura rígida del sistema
educativo. Hay que dejar la educación tradicional donde el alumnado se dedicaba
a copiar sistemáticamente de la pizarra, memorizaba contenidos repetidos,
profesores cansados de dictar y desmotivados por la rutina del día a día,
semana tras semana, año tras año, etc.
Las legislaciones cambian, también los programas, el currículum, las
asignaturas, pero la escuela en sí, no está cambiando. Sigue con la esencia del
siglo pasado. A esto se le suma que seguimos pensando en el trabajo individual.
Muchos docentes afirman no estar preparados para este tipo de cambios. Dicen
que sus formaciones académicas son limitadas y esto le frena a la hora de dar
un paso adelante y adentrarse en la aventura de innovar. También es cierto que
muchos no lo hacen por comodidad. Cabe decir, que numerosas investigaciones
demostraron en la última década que cuando las innovaciones parten del
profesorado son mucho más exitosas y tienen más posibilidades de continuidad
que las que son promovidas por agentes externos. Además, inculcar el espíritu
investigador a docentes e estudiantes es imprescindible para avanzar.
Las mejores innovaciones son las que implican a todo
el centro para llevar a cabo proyectos globalizados e interdisciplinares y, con
ello, lograr una mejora en la calidad de la educación.
Lucía Lomba Portela