A nivel coloquial, solemos confundir el enfoque de enseñanza y el enfoque de aprendizaje a la hora de hablar de sistemas educativos, pero, ¿qué es en realidad el enfoque de aprendizaje?, ¿qué implica?, ¿qué factores sociales nos obstaculizan a la hora de aplicar este enfoque?
El enfoque de
aprendizaje.
A manera general, tanto a padres como a profesores siempre
nos ha preocupado que el alumno aprenda y nos hemos centrado en buscar herramientas
que nos faciliten la labor de enseñar a los alumnos o hijos; ya que el
aprendizaje tanto de conocimientos como de conductas pro-sociales y/o
adecuadas, requieren de un aprendiz y un tutor, profesor o padre.
Hasta aquí todo bien, pero resulta que en los últimos veinte
años nos estamos empezando a dar cuenta de que sí, es importante aprender, pero
es mucho más importante cómo lo aprendemos.
Entonces aparece este enfoque maravilloso donde el centro del
saber o del aprendizaje ya no está en la manera de enseñar, ya no se centra en
el “tutor, profesor, padre” se centra en el “alumno, hijo”.
Y esto va acompañado de un decálogo muy particular, ya que
este tipo de enfoque y estos tiempos en los que la información cambia a
velocidades vertiginosas exigen un ser humano con unas competencias muy
concretas, entre las que están el saber aprender.
Pero… ¿qué implica el
enfoque de aprendizaje?
Esta nueva forma de enfocar el aprendizaje, requiere de
personas críticas, reflexivas, capaces de analizar conceptos y situaciones, de
auto-gestionarse en el conocimiento y no solamente apropiarse de este, sino
también tienen que ser capaces de gestionar y adquirir estrategias para tener
un aprendizaje eficaz que les permita gestionar y asimilar los conocimientos y
aprendizajes a lo largo de toda su vida, no solamente en el ámbito laboral o
escolar, sino en todos los contextos en los que se desenvuelva.
Todo esto implica el centrar el aprendizaje en el “alumno,
hijo”. Ya no depende de si el profesor explicó o no bien cierto tema, ni
siquiera depende de que como padres hayamos estado encima de nuestros hijos
para cumplir con los deberes, ahora depende del “alumno, hijo”.
Y entonces… ¿qué
hacemos con los profesores, padres, tutores?
Si con este enfoque todo el aprendizaje depende de los
“alumnos, hijos”, e implica que sean completamente autónomos en la gestión de
éste y sus estrategias para obtenerlo, ¿qué rol le queda al profesor, padre,
tutor?
Resulta una tarea bastante compleja intentar definir el rol
que debieran ejercer bajo este enfoque los profesores, tutores o padres, ya que
no puede hacerse una definición mecánica de este.
Las que están un poco más claras, son algunas directrices que
pueden facilitar que el “alumno, hijo” adquiera aquellas capacidades implicadas
en el proceso del aprendizaje. Podemos entonces concretar que para que el
“alumno, hijo” empiece a desarrollar esas capacidades, necesita de un padre,
tutor o docente que le despierte el interés por aprender, le de pautas o
acompañe en el proceso de cómo aprender aquello que interesa y le muestre cómo
diseñar o gestionar estrategias para mantener este aprendizaje actualizado, es
decir, que no solamente le despierte el interés por aprender, sino que además
le despierte el interés por desaprender aquello que ya no es útil para poder
reaprender lo que puede serlo.
Como podemos ver, el rol no es sencillo y, aunque la
responsabilidad final del aprendizaje recae sobre el “alumno, hijo”, también es
verdad que requiere de un detonante, llámese, profesor, tutor o padres. Y este
detonante será un facilitador, no solamente de información, sino de cómo
buscarla y gestionarla, sino un facilitador del factor más importante para que
finalmente se dé el aprendizaje en el “alumno, hijo”, el factor emocional, ya
que finalmente el aprendizaje es volitivo, es una cuestión de voluntad.
En conclusión… ¿existen
factores sociales que obstaculicen este enfoque?
Pues sí, nuestra cultura paternalista es uno de los factores
que más obstaculizan que este enfoque pueda implementarse funcionalmente en las
instituciones educativas y en general en nuestros estilos de vida.
Como padres, dudamos de la capacidad de nuestros hijos de
llevar a cabo ciertas responsabilidades, y, a veces, hasta de tomar sus propias
decisiones. Basta ver cuántos padres están en grupos de whatssap para poder
estar al día de los deberes que les dejan a sus hijos, asumiendo así una
responsabilidad que no les corresponde, que en realidad corresponde al “alumno,
hijo”, y que es estar el día de lo que tienen que hacer.
Por otro lado, en el ámbito escolar, nos cuesta, como
docentes, soltar ese control que tenemos de la información que ya dominamos, no
trabajamos estrictamente con syllabus, es decir, con una programación hecha de
tal manera que los alumnos sepan qué se va a ver qué día; y, en dónde pueden
encontrar la información, así como los conocimientos previos que se requieren,
de esta manera, en caso de que falte el
profesor, los alumnos pueden trabajar en el tema que se vería ese día, dejando
así las dudas para cuando el profesor vuelva, dando el tema por visto.
En nuestro caso, como docentes, solemos retomar temas de años
anteriores, o que no entran en el programa, por nuestra preocupación de que el
alumno no tenga los conocimientos necesarios para entender la materia, sin que sea
responsabilidad nuestra, de hecho, no damos un tema por visto porque
socialmente el profesor tiene la obligación de enseñarle al alumno, aunque no
cumpla el programa, en lugar de que el alumno sea responsable de tener los
requisitos necesarios para cursar una asignatura. Lo que degenera en el área
laboral en empleados que necesitan tener siempre a su supervisor encima para
poder trabajar o cumplir los objetivos, ya que no están acostumbrados a
gestionar su aprendizaje, y, por lo tanto, su trabajo.
Estos, en mi opinión serían los principales obstáculos para
el enfoque de aprendizaje; la cultura paternalista y el asumir
responsabilidades que le corresponden a los “alumno, hijos”. Lo que finalmente anula la motivación por
aprender, es decir, en lugar de despertar el interés, despierta el desinterés
por la obtención de un conocimiento nuevo, porque lo damos ya todo hecho, “los
alumnos, hijos” no tienen ni que plantearse la duda, responsabilidad o
necesidad, esas ya se las damos resueltas. Por lo que entonces da igual que
tengas al mejor profesor, tutor, o padre; si una persona no quiere aprender, no
lo hará, y uno no quiere cuando no tiene la necesidad; pero una persona que
está interesada en algo aprenderá con profesor, sin profesor y a pesar del
profesor.
Minerva Atenea Ojeda Delgado